martes, 16 de noviembre de 2010

Constitucionalismo for dummies

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Ironía del día: en mi biblioteca encontré un ejemplar de la Constitución Nacional, editado en los años '90, por Página/12. Sí, leyeron bien, hubo un momento en el que a Página/12 le preocupó tanto la Constitución como para lanzar dos ediciones. Si existiera el detector de sarcasmo que inventó el científico de Los Simpson, seguramente explotaría al escuchar esto. Después, el diario abandonó esa preocupación (en serio, alguna vez la tuvo?) y se dedicó a servir de usina ideológica de ese gobierno al que no se le cae una idea, y armar causas judiciales contra opositores.

En fin. Me preguntaba si en toda esta discusión sobre el presupuesto no habrá algo que arroje cierta claridad sobre el tema, porque entre los oficialistas que creen tener más atribuciones que Luis XIV y los opositores blandos que tienen tanto miedo de ser catalogados de golpistas que hacen concesiones con lo que sea, uno se confunde y termina pensando cualquier cosa. Hasta que encontré este pequeño párrafo en ese libro lleno de polvillo y telarañas que cité recién:

Capítulo cuarto
Atribuciones del Congreso
9-Fijar anualmente, conforme a las pautas establecidas en el tercer párrafo del inciso 2 de este artículo, el presupuesto general de gastos y cálculo de recursos de la administración nacional, en base al programa general de gobierno y al plan de inversiones públicas y aprobar o desechar la cuenta de inversión. 
Más que claro: al Congreso le corresponde realizar el presupuesto, y al Poder Ejecutivo, ejecutarlo. No se trata de una cuestión semántica para los delirios de esnobismo intelectual de Cristina Kirchner, es un artículo corto y sencillo que dice claramente que tales atribuciones le pertenecen al Congreso. Pero ella rechazó cualquier posibilidad de que sea tratado y modificado por la cámara que debe hacerlo, y en cambio pretende gobernar con el presupuesto de este año, aprobado por un Congreso anterior donde tenía amplias mayorías. ¿Cómo puede ser que haya diputados que no comprendan el atropello que estamos viviendo?

Uno no esperaría una defensa de la Constitución de parte de tipos como Dante Gullo, que ante la primera mención del tema te culpará de haber apoyado el golpe del '55, y hace bien en no esperar nada de ellos. Pero de personas como Laura Alonso, que hicieron toda una carrera en la búsqueda de la transparencia y control gubernamental, uno no puede más que irritarse al leer sus declaraciones diciendo que tenía intenciones de votar el presupuesto del Ejecutivo y que por ese motivo se retiró de la sesión. De nuevo, uno puede esperar estas cosas de quienes no le asignan a la Constitución mayor valor que a un rollo de Higienol, pero de la ex titular de una organización que lleva el nombre de ¡¡Poder Ciudadano!! uno podría esperar algo mejor que eso. 

Otro momento en el que los oficialistas esgrimen erróneamente la Constitución -esos momentos únicos de la TV por cable, donde uno debería tener listo el VHS y apretar REC(?)- es hablando del vicepresidente Cobos y justificando los pedidos de renuncia que hacen contra éste. Daniel Filmus, entre otros, dijo que era inconstitucional que el vicepresidente votara en contra de la voluntad del Ejecutivo. Entonces, me puse a buscar en las atribuciones del vicepresidente en el capítulo del Senado, y no dice nada remotamente parecido a eso. El vicepresidente sólo tiene voto en caso de empate, y eso sólo ocurrió 2 (dos) veces desde el conflicto contra el campo. 
Es curioso que les pesen más las disidencias de un vice que proviene del radicalismo -al punto de provocar un golpe institucional haciéndolo renunciar- que la defección de decenas de legisladores peronistas que fácilmente hubieran prestado su voto en otro momento para cualquier atrocidad kirchnerista. ¿Quizá no descarten una vuelta al barco de estos últimos?

domingo, 7 de noviembre de 2010

Para la república, un saldo muy negativo

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Me temo que la muerte de Néstor Kirchner, como tantos episodios dramáticos de la historia argentina, no dejará ningún aprendizaje positivo para el sistema democrático. Tal hipótesis se ve confirmada por la cobertura y las declaraciones de la mayor parte de la clase política, que pareció ignorar todo lo que había pasado hasta ese día y no se enfocó sobre aquellas lecciones que podríamos tomar de este evento.

Al despertarme y ver en todos los canales la noticia de su muerte, lo primero que pensé fue en la increíble ambición por el poder político del tipo. Ahora se hizo claro que conocía perfectamente su situación de debilidad física, y aún así sólo podía pensar en seguir acumulando poder: como diputado (a pesar de haber pisado el Congreso una sola vez), como presidente del PJ, como Secretario General de UNASUR, y su cargo más importante, como el Ministro de Economía en las sombras que siempre ejerció durante el gobierno de su esposa. Que un hombre claramente enfermo buscara concentrar tanto poder en su persona habla de lo poco que podía importarle el destino del país mientras su fortuna política fuera en aumento. Esta última frase podría sintetizar uno de sus principales defectos, que los medios en los últimos días trataron de disfrazar de virtud, inventando adjetivos como 'animal político' -como si centralizar el poder a expensas de las instituciones fuera algo elogiable- o hablando de la misma manera jocosa y simpática sobre su poca capacidad para el consenso. 

Creo que para la mayoría de quienes me leen, no hace falta desmitificar la imagen construida sobre Kirchner durante los días posteriores a su muerte, como si se tratara de un gran estadista. Duhalde sacó del bolillero su nombre, cuando le podría haber tocado a cualquier otro gobernador. Atravesó el mejor momento de los precios internacionales de las commodities argentinas de la historia, y el ajuste fiscal ya había sido hecho -de la peor manera- por el presidente anterior. A partir de ahí, logró exportar su modelo de caudillismo autoritario creado en Santa Cruz, al resto del país. Sobre lo que pasó después, este es un excelente resumen de su legado.

Merece también un llamado de atención el pésimo escrutinio de los medios sobre su salud. No se trataba solamente del esposo de Cristina Kirchner, hablamos de un candidato presidencial para el 2011, que hasta el mismo 27 de Octubre se creía que tenía grandes posibilidades de volver a ganar. Imaginemos por un momento que Dick Cheney, ex vicepresidente de EEUU, hubiera decidido ser candidato presidencial en 2008, habiendo tenido un largo historial de problemas cardíacos. Lo más probable es que la prensa hubiera destrozado sus intenciones de presentarse, hablando de la grave irresponsabilidad para un líder que debe cumplir un mandato de cuatro años y no está en condiciones de sostener el ritmo de vida que la presidencia requiere. Pero sería una broma de mal gusto pedirle a los amigos del poder de turno que viven como parásitos de la pauta oficial y el capitalismo de amigos, que realicen el escrutinio que corresponde al principal candidato presidencial del próximo año. En algunos países es necesario que los candidatos presenten su historial médico completo para ser revisado minuciosamente por la prensa. Acá teníamos que darnos por satisfechos si la Revista Noticias lograba enterarse de algún rumor escuchado en un pasillo de Los Arcos. La única honrosa excepción la merece Nelson Castro, quien había advertido sobre esto meses atrás, recibiendo el típico maltrato de los despreciables lameculos de siempre.

Un último pensamiento: me llamó la atención que la mayoría de los que circularon por todos los canales llorando a Kirchner no lamentaban su pérdida a nivel afectivo, no lloraban la pérdida de un padre, un esposo o un amigo. Lloraban la desaparición de quien había llevado a cabo su agenda de resentimiento y revanchismo. Florencia Peña dijo "quiero creer que su muerte va a servir para algo" como si su líder no valiera tanto como ser humano en si mismo sino como medio para lograr los fines políticos que ciertos sectores siempre tuvieron, y que Kirchner llevó a la práctica estos años como nunca antes. Se dijo muchas veces que el kirchnerismo se aprovechaba de ciertas causas para dividir a la sociedad, pero quizás esas causas también se aprovecharon bastante de él. Los creyentes en las grandes teorías conspiranoicas, los que creen que las prioridades del país se definen unilateralmente por la persecución a distintos sectores sociales y productivos, los que viven de mitos económicos desgastados en el resto del mundo, encontraron en él un interlocutor como pocas veces tuvieron en la historia del país. Es eso lo que lamentan, principalmente. 

Seamos sinceros, lo que vimos en estos días no fueron muestras de sufrimiento por la pérdida de un hombre, sino expresiones de deseo sobre la continuidad de un proyecto político. Creo que eso lo dice todo. El hombre que utilizó a la política como medio para alcanzar cualquier fin, sea multiplicar astronómicamente su patrimonio, o acumular más poder, terminará siendo utilizado después de su muerte como un ícono de la primitiva izquierda nacional. Triste destino nos espera con semejante legado.