lunes, 24 de mayo de 2010

Kirchnerismo mágico, otro género literario

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Ayer tuve el desagrado de ver una entrevista a Federico Luppi hecha por el canal Cristina5Néstor, donde el actor destacaba como un hecho extraordinario del gobierno de Kirchner la acción de descolgar el cuadro de Videla en la Escuela de Mecánica de la Armada. Profundizando, el actor dijo que haciendo esto, Kirchner fue el
primer presidente que asumió el rol de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.

No importa que otros dos presidentes desde 1983 a la fecha hayan sofocado tres intentos de golpe de Estado, realizado un juicio a las Juntas, enviado tropas al Golfo Pérsico y a Kosovo, terminado con el servicio militar obligatorio y con el rol preponderante del ejército en la política argentina. Esos fueron verdaderos hechos, acciones importantes que tuvieron consecuencias para la historia posterior. Pero nada de eso importa. Aparentemente lo único importante son los actos simbólicos, que tienen que ver más con lo imaginario que con la realidad, con la creencia de que fabricar o eliminar una imagen tiene algún efecto sensible en el mundo real, más allá de ofender a algunos y movilizar emocionalmente a otros.

En la misma entrevista el actor dijo que valoraba las cualidades de Cristina Kirchner como oradora, explicando que estas serían vitales para que la presidente pueda convencer con discursos a los inversores para venir al país. De nuevo nos encontramos con la misma lógica (si es que se la puede llamar así), la riqueza y el capital vendrán a la Argentina, según Luppi, si una jefe de Estado le ofrece a potenciales inversores un seminario de sus charlatanerías seudointelectuales. Olvídese de la seguridad jurídica, de la independencia del Poder Judicial, de las reglas de juego claras, de los impuestos bajos y de la facilidad para iniciar emprendimientos. Nada de eso. La capacidad retórica de Cristina Kirchner hará aparecer por arte de magia las inversiones necesarias con el solo acto de enunciar amablemente a los inversores una realidad que existe sólo en su propia mente.

El problema de un pensamiento como este es que no lo tiene solamente Federico Luppi. Es parte de una amplia tradición populista y autoritaria, que busca cubrir los rotundos fracasos con gestos simbólicos que apelan a los sentimientos de algunos sectores. Durante el nazismo y en los regímenes comunistas de Europa Oriental, era común que las grandes manifestaciones y el cine de propaganda fueran utilizados por los gobiernos para mejorar su propia imagen.

Visto todo esto, no es difícil entender la necesidad del gobierno por imponerse en materia comunicacional. Una vez que se enfrentan con un dato negativo de la realidad, la solución no se encuentra en mejorar ese indicador, sino en producir un relato que ignore por completo a ese elemento. Si la realidad se materializa con sólo ser enunciada, puedo creer que mi gobierno es el mejor de la historia si me encargo de que ese mensaje se repita continuamente por cadena nacional, y si logro tapar otros mensajes que digan lo contrario.

viernes, 14 de mayo de 2010

Paradojas del pensamiento crítico

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Se conoce como pensamiento crítico a una operación intelectual que consiste simplemente en criticar a determinado producto cultural no por su contenido explícito, sino por la intencionalidad político-ideológica de su autor y su contexto de producción.

Hoy en día, estamos saturados de espacios de este llamado pensamiento crítico. La crítica al rol de los medios se encuentra en todos lados, y hoy en día se les asigna la culpa de todos los males de la humanidad, desde la fiebre tifoidea hasta la violencia familiar. Tal mecanismo puede verse no sólo en espacios tan notorios como 678 o ciertos programas del canal Encuentro, sino también en los ámbitos académicos, donde se ha convertido en una cuestión de moda el asignarle a los medios un rol decisivo en la trama política del país, que en la realidad nunca tuvieron.

La gran contradicción del pensamiento crítico de hoy es que pretende ser una cruzada por el pensamiento independiente, mientras se alimenta exclusivamente de proclamas y consignas creadas por la mesa chica de la quinta de Olivos. Todo esto no surge por generación espontánea, ni es una tendencia abierta por iniciativa de intelectuales de las Ciencias Sociales, sino por dos personas con objetivos políticos muy concretos: Néstor y Cristina Kirchner.

Hasta hace muy poco -y esto sólo cambió cuando Kirchner instaló su guerra contra los medios críticos-, la palabra ''monopolio'' sólo se refería a Microsoft, y el termino ''mediáticos'' sólo aparecía en frases relacionadas con Jacobo Winograd y Guido Suller.

La realidad es que ninguno de ellos pensaba que Victor Hugo Morales fuera una luminaria del pensamiento político mientras criticó al gobierno durante 2008. Esto sólo comenzó a decirse cuando desde la usina ideológica del gobierno se reproducían todos los días algún fragmento de sus discursos oficialistas.

Otro ejemplo de esto son los comentaristas virtuales. Alguna frase o consigna sale de la boca de algún ministro, y por arte de magia todos los militantes virtuales repiten esa misma consigna, como si fueran un casette con la cinta enganchada. Ocurrió con el campo, con las AFJP, Aerolíneas, Ley de Medios, y un largo etcétera. Creen que viven en una guerra ideológica que ganarán a partir del cansancio de sus oponentes.

Ahora, la culpa del golpe de 1976 es asignada por esta gente a los medios, especialmente Clarín y Nación. Antes, la dictadura era vista a partir de teorías no menos ridículas, como una imposición del neoliberalismo a nivel continental o algo parecido. No ver en este cambio de guión un móvil político actual sería imposible.

Pero, casualmente, quienes dicen tomarse el trabajo de ser escépticos y analizar críticamente lo que dicen los medios son los primeros en abrazar incondicionalmente el pensamiento de sólo dos personas, la pareja presidencial.

Es sumamente paradójico el hecho de que quienes se autoproclaman como pensadores independientes a partir de este uso excesivo del pensamiento crítico utilicen exclusivamente términos y conceptos digitados desde arriba, cuando la realidad es que hace dos o tres años, cuando la agenda del gobierno era otra, ninguno estaba otorgándole a los medios semejante rol en su análisis.

Curioso país tenemos, donde el supuesto pensamiento crítico es ejercido sólo por los repetidores de consignas creadas por otros, y esos otros tienen un interés muy claro en todos los conflictos actuales. Confundir el consumo de consignas elaboradas por un gobierno con la inteligencia o la intelectualidad es algo peligroso, especialmente cuando ese gobierno busca mantenerse en el poder justamente a partir del control de la comunicación audiovisual.

Quizás el hecho de que este pensamiento crítico se planifique desde las altas esferas del poder sea la prueba más evidente de cuánto han triunfado estos sectores al nivel del discurso.