domingo, 25 de julio de 2010

La idiotez crece a tasas chinas

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Beijing, un producto del modelo nacional y popular
Es una conducta usual en la política el tratar de justificar las acciones propias citando experiencias exitosas (y a primera vista similares) del resto del mundo. Incluso cuando eso significa presentar una visión enormemente distorsionada de lo que ocurre afuera, colocando en la misma categoría a políticas que, con una mirada un poco más cercana al asunto, se revelan como antagónicas.

En Argentina, esto usualmente significa convertir en el discurso a políticas económicas propias de la década de 1930 en algo tan moderno como un Blu-Ray o un iPad, porque aparentemente algún país exitoso las utiliza. Pero no hace falta más que dos minutos en Google para ver qué tan vacías son esas denominaciones. 

Los defensores del gobierno recurren constantemente a esta misma estrategia para justificar sus posiciones políticas. Eduardo Valdés, un ex jefe de gabinete de la Cancillería, dice en un artículo que parece propaganda del boletín oficial:
Frente a las recetas ortodoxas China enfrentó la crisis global con recetas neokeynesianas, expandiendo el gasto y fomentando el consumo. Ni se les ocurre pensar que el Banco Central de China pueda tener autonomía y el sistema previsional sólo lo administra el Estado.
Que analogía maravillosa. Según el autor, China sería una de las más grandes economías del mundo no por haberse abierto parcialmente al capitalismo y terminado con una sofocante planificación estatal. En absoluto, señores. China es potencia... ¡por seguir el modelo kirchnerista! Hay que reconocerle al autor su talento en la escritura de ficción, sin esa virtud no hubiera logrado semejante asociación entre una cosa y otra.

Recomiendo además que no se pierdan el decreto citado al comienzo, donde Cristina Kirchner obliga a los que hacen posgrados en Harvard a cursar Economía en China, o el del final del texto, donde se recomienda a los estudiantes chinos estudiar el peronismo debido a sus raíces comunes con el maoísmo. Es de tal realismo mágico, tan propio de esta región, que no tiene desperdicio.

Si uno revisa un poco el proceso histórico del desarrollo de China, es evidente que con la muerte de Mao en 1976, se inicia un proceso de reformas de mercado que cambió totalmente las reglas de juego imperantes en el sistema económico. Como bien explica Juan Carlos de Pablo, durante Mao el primer melón producido era para el agricultor y los demás para el Estado, y después se invierte la ecuación: el primer melón sería para el Estado y los demás para aquél, dando un salto enorme en la productividad. Y sobre las extrañas comparaciones entre China y la Argentina, De Pablo advierte:
Pensar que China es competitiva porque tiene su moneda subvaluada, y que por consiguiente si la revalúa se terminará la expansión china, es no pensar. El de China es un fenómeno real, no un fenómeno cambiario. Derivado del hecho de que la destreza y la laboriosidad chinas, en un mundo crecientemente globalizado, llega a todo el mundo bajo la forma de productos industriales.
Entonces, los países que progresan, ¿son los que cierran exportaciones, que imponen aranceles excesivos a la importación, impuestos confiscatorios, devaluaciones y el control estatal directo de las actividades económicas? El progreso de China tuvo más que ver con la transición a la economía de mercado que con lo que todavía subsiste de planificación estatal, elementos que le permiten al kirchnerista promedio defender el estatismo en lugar de proponer reformas de mercado como las que han funcionado en ese país. No casualmente el autor del primer artículo se olvida del pequeño estado de Hong Kong, una de las economías más libres del mundo y también, una de las más ricas.

La poca comprensión -deliberada, muchas veces- de lo que ocurre con las economías exitosas tiene más que ver con intentos de algunos miembros de la clase política de llevar el agua para su molino presentando una visión ampliamente distorsionada de lo que hace una superpotencia mundial, y haciéndole creer a su electorado que vamos por el camino correcto. Esfuerzo inútil, viendo que se trata de un electorado al que le importa poco si nos parecemos a China, a Surinam o a Lesotho.

martes, 13 de julio de 2010

Contra el pueblo

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En los pasillos de mi universidad se puede ver este absurdo cartel de la agrupación de ultraizquierda MILES, con una extraña defensa de la ley de medios. Aparentemente ya no se apela a la desmonopolización, a las ''otras voces'' o alguna otra utopía inventada, sino a la idea de que la nueva ley es una ''conquista del pueblo''

Si tomáramos esa afirmación literalmente, es muy fácil ver su falsedad. El rol de los medios de comunicación no aparece ni al final en los rankings de preocupaciones de la gente en las encuestas, ni siquiera para ese 30% que todavía apoya al kirchnerismo. Se trata de la mayor preocupación de la clase dirigente y de la patética elite intelectual autoritaria de Carta Abierta, pero el argentino medio posiblemente no tenga idea de qué es la ley de medios, ni le interese saberlo. Erróneamente, a mi criterio, porque sin instituciones no hay desarrollo posible, y esta ley es el mayor atropello institucional visto en décadas.

Pero supongamos por un momento que la ley tuviera amplios niveles de conocimiento en los sondeos y un 70% de aprobación de la sociedad. Imaginemos que se hacen grandes manifestaciones -sin aparatos políticos- a favor de la misma, con una concurrencia mayor a la de los actos de Alfonsín en 1983. ¿Eso la hace correcta? Y lo que es más importante, ¿eso hace que la ley sea coherente con la libertad de expresión garantizada en la Constitución Nacional?

Para nada. Y esto es así porque la libertad de expresión no es una conquista del pueblo ni un derecho colectivo: es, como dice José Benegas, una conquista contra el pueblo. Los derechos individuales son derechos negativos: es decir, pertenecen a la clase de derechos que restringen la acción del Estado sobre la esfera del individuo. De ninguna manera incluye garantías que le permitan a ONGs o gobiernos locales, provinciales o nacionales ser propietarios de medios, sino todo lo contrario. Los pensadores ilustrados idearon este derecho como una forma de proteger a los ciudadanos de la arbitrariedad de los gobiernos, expresando sus opiniones con independencia de la voluntad de sus representantes electos.

La libertad de expresión está pensada precisamente para aquellos casos en los que gobiernos apoyados por eventuales mayorías toman decisiones equivocadas, y las opiniones disidentes, las minorías, aún así no se ven inhabilitadas para expresar su oposición. Repito: la libertad de expresión NO está diseñada para proteger a los gobiernos (sean nacionales y populares u oligárquicos y malvados) del discurso de algunos medios, sino más bien al revés.

Un derecho individual no tiene que ver con posibilitar el acceso a los medios a algunas organizaciones afines a cierto sector político, sino con que no exista ninguna restricción a aquellos individuos particulares que publiquen sus ideas en la prensa escrita, radial o televisiva. Al otorgarle al Estado el poder de la adjudicación de licencias y creando un sistema insostenible de medios públicos, basándose en una entelequia llamada ''derecho a la comunicación'' (¿de quiénes?) es claro que esto no tiene nada que ver con la libertad de expresión.

Incluso en aquellas socialdemocracias europeas que incluyeron muchos de los llamados 'derechos sociales' en sus constituciones, de ninguna manera creyeron necesario cambiar el significado de la libertad de expresión de una manera tan fundamental como lo hace esta ley.

Propongo que antes de pretender encabezar una supuesta batalla por la libertad de expresión en nombre del pueblo, los defensores de la estatización de los medios sinceren sus verdaderos objetivos y no utilicen argumentos de un mercado al que detestan, como la defensa de la competencia. En todo caso, pelean por mayores regulaciones y uniformidad en el discurso, pero al igual que cuando esas medidas se aplican en el ámbito económico, lo primero que perderemos será nuestra libertad.

Lo de encontrarle algún sentido lógico al resto del cartel, como la parte de ''partido monárquico mediático financiero'' se lo dejo a ustedes, aunque mi teoría es que la producción de opio está pasando por una de sus peores cosechas.