A esta altura es claro que al evaluar propuestas económicas, el kirchnerismo no evalúa su validez teórico-práctica o su simple viabilidad, sino la efectividad de las chicanas que van a repetir en los medios de comunicación.
Durante varios días, la palabra más repetida con la intención de ensuciar a la oposición ha sido una sola, el ajuste. El ajuste es el gran fantasma para el populismo latinoamericano de hoy, un equivalente de lo que hubiera significado para un político de otras épocas ser acusado de comunista.
Si la política argentina abandonara la repetición irreflexiva de consignas y se hiciera algún lugar para la discusión honesta sobre las políticas de Estado, se podría echar algo de claridad sobre estos asuntos.
Todos podríamos acordar que la inflación es el peor ajuste que existe, porque afecta directamente al precio de los alimentos, principal consumo de los sectores socioeconómicos más pobres.
Según el grupo de trabajo de la ex-directora del INDEC, Graciela Bevacqua, la inflación de estos meses de 2010, anualizada, se encuentra alrededor del 40%. El ajuste del que tanto habla el gobierno rememorando la experiencia de De la Rúa, fue del 13% y se trató de un último recurso para combatir un déficit agobiante, mantener la convertibilidad y no declarar el default. El ajuste propuesto por López Murphy unos meses después, para los presupuestos educativos, fue del 5%.
A partir de estos números, es muy fácil darse cuenta cuál es la facción política que aplica el ajuste, o en todo caso, cuál es la que aplica el ajuste más dañino para la población.
Sin embargo, no faltó quien, después del intercambio de palabras entre Amado Boudou y Gerardo Morales, creyó que el primero tenía un argumento válido cuando dijo que "Todos nos hicimos cargo de las malas decisiones (...) cuando a usted le tocó gestionar le bajó el 13% a los docentes (...) fue su gobierno el que quiso quitarle del presupuesto a las universidades"
La cuestión es, por qué dejamos que los que han destruido al país con sus políticas empobrecedoras de alta inflación sigan manejando el debate politico. Y, parafraseando a Ann Coulter, se me ocurrió que:
Los populistas son lo que ellos acusan a los liberales de ser: un grupo de millonarios elitistas con muchas pretensiones de dirigir las vidas de los demás, que se hicieron ricos gracias al poder estatal y se encargan de que su festín de gasto público sea pagado por los más pobres.
Los liberales somos lo que ellos proclaman ser y nunca fueron: personas interesadas en que los trabajadores puedan adquirir la mayor cantidad de bienes y servicios, a partir de una moneda fuerte. Que se genere la mayor cantidad de empleo genuino posible, a partir de los estímulos a la inversión privada.
Sin embargo, la imagen un gobierno que defiende causas populares todavía suena verosímil a los oídos de ciertos sectores afines a estas políticas. Habría que preguntarles cómo pueden hallar un “modelo de la producción y el trabajo” donde sólo existen los planes asistenciales que se agotarán cuando se acabe el dinero de los jubilados, o el dinero de la próxima expropiación del gobierno.
Pero claro, como casi siempre vale más el videograph de 678 que la realidad, los políticos se dedican a no ser alcanzados por el temible cuco del ajuste, el cuál tendrán que hacer inevitablemente si aspiran a gobernar después de la gran fiesta populista, mejor conocida como kirchnerismo.
Si la política argentina abandonara la repetición irreflexiva de consignas y se hiciera algún lugar para la discusión honesta sobre las políticas de Estado, se podría echar algo de claridad sobre estos asuntos.
Todos podríamos acordar que la inflación es el peor ajuste que existe, porque afecta directamente al precio de los alimentos, principal consumo de los sectores socioeconómicos más pobres.
Según el grupo de trabajo de la ex-directora del INDEC, Graciela Bevacqua, la inflación de estos meses de 2010, anualizada, se encuentra alrededor del 40%. El ajuste del que tanto habla el gobierno rememorando la experiencia de De la Rúa, fue del 13% y se trató de un último recurso para combatir un déficit agobiante, mantener la convertibilidad y no declarar el default. El ajuste propuesto por López Murphy unos meses después, para los presupuestos educativos, fue del 5%.
A partir de estos números, es muy fácil darse cuenta cuál es la facción política que aplica el ajuste, o en todo caso, cuál es la que aplica el ajuste más dañino para la población.
Sin embargo, no faltó quien, después del intercambio de palabras entre Amado Boudou y Gerardo Morales, creyó que el primero tenía un argumento válido cuando dijo que "Todos nos hicimos cargo de las malas decisiones (...) cuando a usted le tocó gestionar le bajó el 13% a los docentes (...) fue su gobierno el que quiso quitarle del presupuesto a las universidades"
La cuestión es, por qué dejamos que los que han destruido al país con sus políticas empobrecedoras de alta inflación sigan manejando el debate politico. Y, parafraseando a Ann Coulter, se me ocurrió que:
Los populistas son lo que ellos acusan a los liberales de ser: un grupo de millonarios elitistas con muchas pretensiones de dirigir las vidas de los demás, que se hicieron ricos gracias al poder estatal y se encargan de que su festín de gasto público sea pagado por los más pobres.
Los liberales somos lo que ellos proclaman ser y nunca fueron: personas interesadas en que los trabajadores puedan adquirir la mayor cantidad de bienes y servicios, a partir de una moneda fuerte. Que se genere la mayor cantidad de empleo genuino posible, a partir de los estímulos a la inversión privada.
Sin embargo, la imagen un gobierno que defiende causas populares todavía suena verosímil a los oídos de ciertos sectores afines a estas políticas. Habría que preguntarles cómo pueden hallar un “modelo de la producción y el trabajo” donde sólo existen los planes asistenciales que se agotarán cuando se acabe el dinero de los jubilados, o el dinero de la próxima expropiación del gobierno.
Pero claro, como casi siempre vale más el videograph de 678 que la realidad, los políticos se dedican a no ser alcanzados por el temible cuco del ajuste, el cuál tendrán que hacer inevitablemente si aspiran a gobernar después de la gran fiesta populista, mejor conocida como kirchnerismo.
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