viernes, 2 de abril de 2010

Alfonsín y la imagen de los políticos

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En su blog de Perfil, Omar Bello da en la tecla nuevamente con su análisis del tardío homenaje que la sociedad le rinde a Raúl Alfonsín, más por desprecio a la clase política actual que por una valoración de la anterior.

Alfonsín fue un hombre entrañable con una capacidad de gobierno muy limitada. Dejando de lado los primeros meses de su mandato (mucha de la ilusión que se vivía tenía que ver con el regreso de la democracia), su presidencia fue un calvario que sufrimos todos.
Dado que todavía nos movemos con la lógica de las monarquías (o de las dictaduras) las personas son evaluadas por su forma de ser y no por su capacidad. Parecería que lo que Argentina necesita son más seres humanos como Alfonsín.

El segundo párrafo citado es especialmente valioso, porque describe un fenómeno que no terminó con el propio Alfonsín, sino que se extiende a otros personajes como su propio hijo, que una encuesta reciente reveló como uno de los políticos de mejor imagen. Lo poco que se conoce sobre este último es su personalidad de buen tipo y su nostalgia ante el recuerdo de los servicios públicos en manos estatales.

Una recepción muy parecida recibe en la sociedad Pino Solanas, quien también proyecta esa imagen de abuelo entrañable, mientras nadie presta atención a su ideario chavista y su asociaciones con Venezuela e Irán. Me da la sensación de que la gente observó sus alternativas para votar simplemente en esa figura de un septuagenario simpático, sin tener la más mínima idea de sus propuestas. Si lo hubieran hecho, se darían cuenta de que ante un eventual gobierno de semejante extremista, muchos terminaríamos pidiéndole perdón a Kirchner.

Otra cuestión sobre el homenaje, esta vez en relación con la honestidad de la clase política:

Ahora bien, ¿qué significa esto? En nuestros delirios: necesitamos más gente honesta. En la práctica: gente honesta de relativa capacidad que sea dominada por un batallón de corruptos. ¿Se entiende? Porque Alfonsín fue lo segundo, no lo primero. Don Raúl es un héroe chiquitito; personalidad adorable pero de ninguna manera necesaria.

Parece que Bello subrayara la extraña relación que la sociedad mantiene con los políticos en términos de su honestidad, donde ésta se transforma casi siempre en un activo más valioso que la capacidad de gobierno. Parece que las intenciones, la ideología, e incluso los fines de dichos políticos importan poco, si tiene la imagen de un hombre honesto, todo vale. Por algo en ciertos ámbitos se tiene tan alta estima por personajes decadentes como Luis Zamora o Pino Solanas. Y también, por algo Alfonsín es considerado el mejor presidente desde 1983 y Menem ni figura en dichos rankings.

Si algo puede rescatarse como positivo de estos homenajes, es que generalmente se plantea la imagen de Alfonsín en contraste con un estilo constantemente confrontativo de la pareja presidencial, marcando la necesidad de moderar y atemperar el debate político de estos tiempos. Más allá de lo loable de ese objetivo, deberíamos pensar también en cuestiones relacionadas con el contenido de ese debate, y la discusión sobre verdaderos proyectos de país alternativos, algo que la clase política ha venido evadiendo deliberadamente durante años.

2 comentarios:

Ceo dijo...

Esa forma que tenemos de votar según la imagen del candidato es horrible, revela un nivel muy alto de analfabetismo político; pero también hay que reconocer que las opciones que nos ofrecen ya están digitadas de antemano por el mandamás del partido en las internas. El propio Alfonsín, eligió a dedo, en su oportunidad, entre De la Rúa y Terragno (que quería internas y tenía un proyecto claro)) y se quedó con el incapaz, posiblemente para poder manejarlo a gusto, él y la trenza de Moreau, Coti Nosiglia y Storani. No solamente hundió a la UCR, sino también al país.

Francisco D'Anconia dijo...

Ceo, totalmente de acuerdo. Parece que la clase política no está interesada en seguir un proceso de moderación como la chilena o la uruguaya (tampoco la sociedad se lo exige) sino que deliberadamente los grandes partidos arruinan sus posibilidades de modernizarse: El PJ busca despegarse de las cosas positivas del menemismo, y la UCR expulsó a sus dirigentes más valiosos, Carrió y López Murphy, por miedo a que los asocien con la tan temida "derecha"
Y esto último fue obra también del propio Alfonsín, que estaba interesado en digitar cada medida del gobierno de la Alianza, para después aliarse con Duhalde en su derrocamiento.