Beijing, un producto del modelo nacional y popular |
En Argentina, esto usualmente significa convertir en el discurso a políticas económicas propias de la década de 1930 en algo tan moderno como un Blu-Ray o un iPad, porque aparentemente algún país exitoso las utiliza. Pero no hace falta más que dos minutos en Google para ver qué tan vacías son esas denominaciones.
Los defensores del gobierno recurren constantemente a esta misma estrategia para justificar sus posiciones políticas. Eduardo Valdés, un ex jefe de gabinete de la Cancillería, dice en un artículo que parece propaganda del boletín oficial:
Frente a las recetas ortodoxas China enfrentó la crisis global con recetas neokeynesianas, expandiendo el gasto y fomentando el consumo. Ni se les ocurre pensar que el Banco Central de China pueda tener autonomía y el sistema previsional sólo lo administra el Estado.
Que analogía maravillosa. Según el autor, China sería una de las más grandes economías del mundo no por haberse abierto parcialmente al capitalismo y terminado con una sofocante planificación estatal. En absoluto, señores. China es potencia... ¡por seguir el modelo kirchnerista! Hay que reconocerle al autor su talento en la escritura de ficción, sin esa virtud no hubiera logrado semejante asociación entre una cosa y otra.
Recomiendo además que no se pierdan el decreto citado al comienzo, donde Cristina Kirchner obliga a los que hacen posgrados en Harvard a cursar Economía en China, o el del final del texto, donde se recomienda a los estudiantes chinos estudiar el peronismo debido a sus raíces comunes con el maoísmo. Es de tal realismo mágico, tan propio de esta región, que no tiene desperdicio.
Si uno revisa un poco el proceso histórico del desarrollo de China, es evidente que con la muerte de Mao en 1976, se inicia un proceso de reformas de mercado que cambió totalmente las reglas de juego imperantes en el sistema económico. Como bien explica Juan Carlos de Pablo, durante Mao el primer melón producido era para el agricultor y los demás para el Estado, y después se invierte la ecuación: el primer melón sería para el Estado y los demás para aquél, dando un salto enorme en la productividad. Y sobre las extrañas comparaciones entre China y la Argentina, De Pablo advierte:
Pensar que China es competitiva porque tiene su moneda subvaluada, y que por consiguiente si la revalúa se terminará la expansión china, es no pensar. El de China es un fenómeno real, no un fenómeno cambiario. Derivado del hecho de que la destreza y la laboriosidad chinas, en un mundo crecientemente globalizado, llega a todo el mundo bajo la forma de productos industriales.
Entonces, los países que progresan, ¿son los que cierran exportaciones, que imponen aranceles excesivos a la importación, impuestos confiscatorios, devaluaciones y el control estatal directo de las actividades económicas? El progreso de China tuvo más que ver con la transición a la economía de mercado que con lo que todavía subsiste de planificación estatal, elementos que le permiten al kirchnerista promedio defender el estatismo en lugar de proponer reformas de mercado como las que han funcionado en ese país. No casualmente el autor del primer artículo se olvida del pequeño estado de Hong Kong, una de las economías más libres del mundo y también, una de las más ricas.
La poca comprensión -deliberada, muchas veces- de lo que ocurre con las economías exitosas tiene más que ver con intentos de algunos miembros de la clase política de llevar el agua para su molino presentando una visión ampliamente distorsionada de lo que hace una superpotencia mundial, y haciéndole creer a su electorado que vamos por el camino correcto. Esfuerzo inútil, viendo que se trata de un electorado al que le importa poco si nos parecemos a China, a Surinam o a Lesotho.