Por el desarrollo de las últimas elecciones en el país vecino, uno podría tratar de describir al Uruguay de la misma manera que los autores románticos del siglo XIX se referían al Cercano Oriente: un lugar exótico, lleno de aventuras y misterios inaccesibles.
Porque seamos honestos, para la Argentina no habría nada más exótico que una república ordenada, aburrida, sin sobresaltos y con instituciones que funcionen al estilo uruguayo. Estamos tan acostumbrados al caos y al delirio actual que nos parece digno de la ciencia ficción que un lugar tan cercano haya podido alcanzar semejante nivel.
Pepe Mujica no me cae particularmente bien y preferiría que su oponente ganara el ballotage, pero parece ser comparativamente mejor a los Kirchner en varios aspectos. Ha repetido en varias ocasiones que quiere llevar a su país al primer mundo, se arrepintió de su pasado violento y dice no tener nada que ver con las políticas estatizadoras. Estará por verse si es así, pero el hecho de que el principal candidato a presidente tenga un discurso moderado es realmente envidiable. (Y estamos hablando del candidato de la izquierda)
Otro motivo de envidia es el rechazo a la iniciativa que proponía reabrir las causas contra los militares del proceso militar uruguayo. Demostrando siempre mayor sensatez, los orientales deciden no reescribir la historia y concentrarse en gobernar hacia adelante, sin generar conflictos sociales ni batallas ideológicas que caducaron hace treinta años.
Tratar de comparar eso con la Argentina parece destinado a fanáticos del masoquismo, viendo como nuestro gobierno insiste en revivir la "patria socialista" y repetir hasta el hartazgo consignas olvidadas en el resto del mundo.
Buenos Aires y Montevideo estarán a pocos kilómetros geográficamente, pero en materia de valores e instituciones, una distancia abismal separa a la dos ciudades. De alguna manera siempre nos ingeniamos para imitar lo peor y no los buenos ejemplos que abundan no demasiado lejos.