Es idéntico al socialismo en el sentido de que la responsabilidad del fracaso nunca estará en los conceptos o ideas equivocadas, sino en los malos ejecutores o los agentes externos, llámense éstos Departamento de Estado, Spruille Braden, CIA, López Rega, Consenso de Washington, y un largo etcétera. Porque a la hora de echar culpas afuera nadie es más implacable que un populista derrotado, y de eso todos tienen experiencia, tarde o temprano.
Nadie podrá tocar a Perón y a Evita por todo el bien que le han hecho a la humanidad, entonces cada peronista busca medirse en relación con ese ideal. Cualquier coalición incoherente está permitida, desde la Ucedé a la Federación Tierra y Vivienda, siempre y cuando se acepte llevar el escudo y cantar la marchita a todo volumen.
Por eso fueron capaces de subsistir y sostener sus contradicciones durante tantos años. Son la peor mezcla entre El Padrino y El príncipe de Maquiavelo en su versión más berreta. Porque su única ideología, además de la idiotez política típica de la región, es el poder, conquistarlo y mantenerlo como sea necesario. Se adaptan a cualquier contexto y a cualquier ánimo social, mientras les permita seguir manteniendo su status de clase política corporativa y sus símbolos característicos.
Cada oportunidad que este país le dio al peronismo, desde 1946 a 2007, se convirtió en una oportunidad perdida. Les creen una y otra vez como si fueran un partido nuevo surgido desde abajo. ¿Y ahora también les creyeron cuando dijeron que esperaban gobernar sin divisiones, superando antinomias? Se olvidaron de Cipriano Reyes, de Rucci y Vandor, de la Matanza de Ezeiza, y del conflicto con el campo. Si alguien que votó al peronismo en las últimas elecciones esperaba un partido de conducta republicana, debería mirar hacia otro lado.
Y le dieron esas oportunidades y volverán a dárselas porque los argentinos sólo identifican como ladrones a Menem o a Duhalde y quizás luego a Kirchner, nunca al primer peronismo o a algunas ideas que subyacen detras de todos ellos. La soberanía política, la independencia económica o la justicia social son fines siempre deseables y justos en si mismos, lo malo son las personas que los llevan a cabo. Así, nuestro país entró en el mismo círculo vicioso de los países del bloque soviético o del resto de latinoamérica con el populismo, haciéndose la pregunta: ¿Cómo puede ser que falle ese sistema que les parecía perfecto en la teoría, que iba a traer felicidad para niños y adultos por igual?