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Se conoce como pensamiento crítico a una operación intelectual que consiste simplemente en criticar a determinado producto cultural no por su contenido explícito, sino por la intencionalidad político-ideológica de su autor y su contexto de producción.
Hoy en día, estamos saturados de espacios de este llamado pensamiento crítico. La crítica al rol de los medios se encuentra en todos lados, y hoy en día se les asigna la culpa de todos los males de la humanidad, desde la fiebre tifoidea hasta la violencia familiar. Tal mecanismo puede verse no sólo en espacios tan notorios como 678 o ciertos programas del canal Encuentro, sino también en los ámbitos académicos, donde se ha convertido en una cuestión de moda el asignarle a los medios un rol decisivo en la trama política del país, que en la realidad nunca tuvieron.
La gran contradicción del pensamiento crítico de hoy es que pretende ser una cruzada por el pensamiento independiente, mientras se alimenta exclusivamente de proclamas y consignas creadas por la mesa chica de la quinta de Olivos. Todo esto no surge por generación espontánea, ni es una tendencia abierta por iniciativa de intelectuales de las Ciencias Sociales, sino por dos personas con objetivos políticos muy concretos: Néstor y Cristina Kirchner.
Hasta hace muy poco -y esto sólo cambió cuando Kirchner instaló su guerra contra los medios críticos-, la palabra ''monopolio'' sólo se refería a Microsoft, y el termino ''mediáticos'' sólo aparecía en frases relacionadas con Jacobo Winograd y Guido Suller.
La realidad es que ninguno de ellos pensaba que Victor Hugo Morales fuera una luminaria del pensamiento político mientras criticó al gobierno durante 2008. Esto sólo comenzó a decirse cuando desde la usina ideológica del gobierno se reproducían todos los días algún fragmento de sus discursos oficialistas.
Otro ejemplo de esto son los comentaristas virtuales. Alguna frase o consigna sale de la boca de algún ministro, y por arte de magia todos los militantes virtuales repiten esa misma consigna, como si fueran un casette con la cinta enganchada. Ocurrió con el campo, con las AFJP, Aerolíneas, Ley de Medios, y un largo etcétera. Creen que viven en una guerra ideológica que ganarán a partir del cansancio de sus oponentes.
Ahora, la culpa del golpe de 1976 es asignada por esta gente a los medios, especialmente Clarín y Nación. Antes, la dictadura era vista a partir de teorías no menos ridículas, como una imposición del neoliberalismo a nivel continental o algo parecido. No ver en este cambio de guión un móvil político actual sería imposible.
Pero, casualmente, quienes dicen tomarse el trabajo de ser escépticos y analizar críticamente lo que dicen los medios son los primeros en abrazar incondicionalmente el pensamiento de sólo dos personas, la pareja presidencial.
Es sumamente paradójico el hecho de que quienes se autoproclaman como pensadores independientes a partir de este uso excesivo del pensamiento crítico utilicen exclusivamente términos y conceptos digitados desde arriba, cuando la realidad es que hace dos o tres años, cuando la agenda del gobierno era otra, ninguno estaba otorgándole a los medios semejante rol en su análisis.
Curioso país tenemos, donde el supuesto pensamiento crítico es ejercido sólo por los repetidores de consignas creadas por otros, y esos otros tienen un interés muy claro en todos los conflictos actuales. Confundir el consumo de consignas elaboradas por un gobierno con la inteligencia o la intelectualidad es algo peligroso, especialmente cuando ese gobierno busca mantenerse en el poder justamente a partir del control de la comunicación audiovisual.
Quizás el hecho de que este pensamiento crítico se planifique desde las altas esferas del poder sea la prueba más evidente de cuánto han triunfado estos sectores al nivel del discurso.