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Panorama difícil si lo hay. Oposición que no se opone a nada, verborragia ante la primera emergencia. Confrontar con la intolerancia es monologar eternamente, y en la Argentina el monólogo factura. Desaparecieron los que se decían la otra cara de la moneda hasta el día anterior al 28 de junio, hicieron el precalentamiento y hoy pierden por abandono. Hasta el hartazgo con las críticas, hasta la estupidez con la pedantería. Recursos magníficos que superan los records en oratoria, que a la hora del debate se diluyen en frases coléricas e inconsistentes, expulsadas desde organismos repulsivos, merecedores de ser escogidos para un estudio de la idiotez humana. Ejemplos de creatividad demagógica, miles. Nada parece escapar al pulpo de la izquierda patética que sigue siendo la protagonista del efecto bola de nieve, que al compás de la destrucción, es vanguardia totalitaria que se inmortaliza: los argentinos quieren populismo, y la cultura populista no se erradica en 10 años. Al martillo de la experiencia le falta dar unos cuantos golpes, al menos así los demuestran los hechos. Entre el fútbol secuestrado y su necesidad intrínseca de liberación, y un senador que apesta, diciendo que hay que quitarle dramatismo a los deseos de absolutismo, sin lugar a dudas me trasladan a un mundo del revés. En muchos años las deudas pendientes despliegan sus formas, pero si hay algo que innegablemente quedó en stand by es la tarea de gobernar. Somos hombres de ninguna parte, así nos sentimos muchos de los que bregábamos por la restauración de un sistema que a pesar de su fortaleza empírica encontraron el modo de hundir. Practicando el aislacionismo y robusteciendo el imberbe que siempre tuvieron dentro, supieron sostener una farsa gigantesca y servirse del primer al último insensible que tuvieran en frente. Los referentes de la política Argentina no son serios, no hay alguna propuesta trascendente; el pánico salvaje a la palabra “privatización” ha dejado mudo a más de uno antes de verse relacionado con lo políticamente incorrecto. Así como dije que el que monologa factura, también pienso que aquellos que confrontan con el monólogo solamente en tiempo de elecciones también facturan. Siguiendo el hilo de lo que suma y lo que resta, hoy en la Argentina suma ser progre; un poquito más a la derecha, un poquito más a la izquierda, el progresismo tiene base para rato. Carecemos lastimosamente de una oposición que merezca llamarse de esa manera, que discursivamente es casi fantástica pero se paraliza ante los hechos. Buenas ideas pero falta de coordinación partidaria. La necesidad de nuevas estrategias que conduzcan a nuevas direcciones, para garantizar nada más y nada menos un freno a la decadencia.
Cromagnon: el juicio
No podía dejar de expresar mi opinión acerca del último fallo de la justicia con respecto al Incendio en Cromagnon. Muchos fueron los acusados, diferentes los intereses que se ponían en juego según la condición particular de cada una de las víctimas. No sólo entraba en el conflicto el dolor de los familiares, sino también, el deseo de adolescentes que impulsados por el fanatismo insistían en la falta de respeto, defendiendo a una banda de música sin ninguna otra evidencia más que la fe ciega que siempre crea intolerancia. No me creo capacitada para juzgar jueces, pero considero que las penas no fueron repartidas según el grado de responsabilidad en la tragedia. Condenar al empresario Omar Chabán a 20 años de prisión, pero sin embargo absolver a cada uno de los miembros del grupo Callejeros me pareció inconcebible. Sostener la inocencia de una banda de rock que promovía el uso de bengalas en sus recitales, y considerando aún que esa promoción inconciente les causó la muerte a 194 personas, es una defensa para temer. Es mi deseo y supongo que el de mucha gente, que este proceso pueda ser revertido en un futuro no muy lejano para conservar la salud mental de los familiares de víctimas en general y para que realmente pueda ser tomado como un modelo claro de condena ejemplar.
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