Este mundial no hará más (en caso que Argentina llegue hasta la final) que incrementar este grado de retroceso mental al que se autosometen los fanáticos de la desfachatez y la mala educación de un semi adulto interesado en captar la atención de un público que observa expectante, la nueva estupidez con la que los deleitará. Considero que Diego Maradona ha sido un ícono del deporte argentino, de hecho lo creo uno de los más grandiosos futbolistas de todas las épocas; pero en el camino hacia la beatificación creo que me perdí de algo. Maradona no es ejemplo de vida, ni siquiera en su extraordinaria carrera supo hacer pie para proyectar ese futuro maravilloso que le auguraban.
Pero claro, en Argentina nos caracterizamos por hacer “queribles”, a personas cuyo mérito es haberse cargado en sus espaldas el mote de “pueblo”, y es justamente esta cuestión la más triste de todas: la egolatría confundida con “la única e irrefrenable voz del pueblo”. Este antipático producto del talento, la fama y los excesos, se calzó la bandera del populismo desde esa inmunidad que le otorgaron sus mismos fanáticos, y hoy sus palabras son un mandato divino. Como buen populista, supo desarrollar más de una maña, al estilo y a la altura de cualquiera de nuestros amigos progres, ya muy reconocidos en el ambiente:
-Tiene una gran capacidad para crear enemigos externos (Brasil con sus declaraciones contra Pelé o Inglaterra), y no conforme con eso, tuvo la capacidad de fortalecer el monstruoso código populista interno conocido: los medios de comunicación. Estamos a 28 de junio, y el tema de conversación no es la alegría por el éxito de la Selección, sino, cuán adentro la tienen, esos periodistas que injustamente lo criticaron. Sus conferencias rebalsan de chistes festejados por un manojo de obsecuentes que en lugar de marcar un límite de cordura en las diferentes situaciones, se ríen y aplauden ante la primer ocurrencia carente de todo respeto, que como si fuera poco, es reproducida por veinte canales de televisión bajo el título: “El rebelde de siempre”, con esa insólita esperanza de que aparezcan nuevas frases igual o más humillantes.
-Por otro lado, sabe delimitar su campo de juego enarbolando la ideología socialista, como si fuera el único pasaporte hacia el reconocimiento y la admiración; necesita mostrarse como un rebelde guevarista, aún a los 50 años y con decenas de millones de dólares en su haber. Un fenómeno muy repetido.
-Tuvo un origen humilde y sufrido, que usa de bandera para justificar sus reacciones del presente. Eso que llaman “La filosofía de la calle y el potrero” que pareciera exonerarlo. Pero el Diego Maradona de hoy, es un tipo multimillonario, y no vive como aquél “pibe de clase baja de Villa Fiorito”; hace más de treinta años que dejó la pobreza, para disfrutar de los lujos que ganó con talento y esfuerzo, muy bien merecido.
Es importante hacer un paréntesis para reflexionar unos pocos segundos, y mirar con más agudeza a este personaje que hoy tiende irreversiblemente hacia la mediocridad (y hablo de él como persona) para declinar en la insistencia de divinizar cada uno de sus pasos, tacleados por trilladas aspiraciones idealistas y revolucionarias.