domingo, 4 de mayo de 2008
Desde lo políticamente incorrecto
Publicadas por
Ayn Rand
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Cuando pienso en la historia, pienso en verdades, pienso en memoria y en testimonios validados con la moral altísima de unos cuantos que gusten disertar. Se me vino este tema a la cabeza, primero, porque estudio Historia, segundo, porque estoy bastante agotada de slogans y frases armadas con las que muchos culminan cada idea y tercero paso a detallarlo. Hace un par de días estuvimos por la Feria del Libro que se realiza en Capital Federal, todos los años. Entre los expositores vistos al pasar, nos enteramos de la presencia de Mariano Grondona que iba a comentar el libro del periodista Juan Bautista Yofre “Nadie fue”. Desde ese momento se me presento este tema de partir de la memoria íntegra para contar la historia de una manera más real. El proceso dictatorial que se llevó a cabo desde 1974 hasta 1983 (especialmente) fue un cruento traspié en la historia de la democracia del país, eso es cierto y sabido por la mayoría. Mi gran problema aparece cuando lo que escucho es solamente una parte de la historia, que además de contar con la condición de incompleta, tiene un faltante de moral considerable, no quiero decir con esto que la historia deba ser un acto de moralidad, sino que aquél historiador que decida contarla, debe mínimamente respetar el hecho sin alterarlo a conveniencia, eso sí es una falta moral. Mi conclusión “apresurada” es: Hay derechos humanos para unos pero no para otros. Desde principios de la década del 70 la guerra interna que se había generado era un hecho aberrante, miles de víctimas fueron muertas por las guerrillas formadas en el exterior, financiadas por Cuba y la URSS (el final es conocido por todos). El país desde ese entonces más marcadamente, se ha dividido en dos facciones, por un lado, aquellos jóvenes que viran entre el troglodismo y la imbecilidad, pobre gente que sigue creyendo en el combate armado para un fin arcaico y utópico, nada sería tan trágico si esas dos características no fueran cotejadas con el genocidio, en resumidas cuentas, LA IZQUIERDA. Por otro lado, LA DERECHA MILITAR, que también supo encontrar su lugar dentro de la sociedad desde el recuerdo de las víctimas de la facción militar, a las que no vacilaron en cobrar revancha, desde luego. La pregunta recae en el hecho de la permisividad cultural a ciertas cuestiones: vestir una remera del Che Guevara es parte de una acción de nobleza de espíritu, (cuando más de uno sabe de los crímenes cometidos por él y por las organizaciones que siguieron su praxis) ES ALGO POLÍTICAMENTE CORRECTO. No pasa lo mismo cuando se recuerda a inocentes muertos por el fascismo comunista, que con el manifiesto boludista bajo el brazo, se encargaron de reducir a cenizas cientos de vidas humanas que ni siquiera tenían tomada una postura frente al problema. La persona que acude al término de memoria íntegra o memoria completa, es tildada de fascista, de genocida, y no sé cuántas barbaridades intolerables, el familiar que recuerda a una víctima de la derecha tiene que sufrir además la condena de la sociedad; pero cuando al final de cada enunciado se procede al grito de: “Juicio y castigo a los culpables”, “Memoria por los 30.000 desaparecidos”, eriza la piel de más de un entendedor LICENCIOSO: ¿Quién sería capaz de dar la espalda a semejante pedido de auxilio a la justicia?... No me interesa armar un debate sobre la solidaridad con este tipo de causas, cada quién es dueño de su conciencia, lo que creo es que si ya se logró hacer justicia con los responsables del proceso, ¿por qué no se hace justicia con los otros responsables? ¿La muerte tiene diferentes cotizaciones según la facción a la que haya pertenecido? ¿Hay fusilamientos que son justos y otros que no lo son? Y como dijo alguien por ahí; Todavía estamos a tiempo para la memoria completa, nosotros no debemos ni podemos irnos de este mundo sin saber como empezó la película, porque generalmente lo que se cuenta es el final del film. La democracia en los últimos tiempos se ha volteado al patoterismo como defensa, a la falta de compromiso con la república y el autoritarismo legitimado en políticas de los ‘50 y estupideces involutivas de los ‘70. El crecimiento no se sustenta sobre la independencia económica, sino sobre la emancipación ideológica.
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